miércoles, 12 de enero de 2011

La soledad, siempre.

Digo que basta, 
me alejo  de todos
camino y empiezo a llorar
 los pastos, el aire,

a llorar la gente que pasa, mis manos
las vidrieras, el semáforo
a derramar la copa, 

a romper el tiempo 
a llorar en plazas,
a patear   colchones, 

a llorar mis canciones, el sol
las piedras, las aves.
la soledad, siempre.

Las ramas,
la taza,
el perro que ya no ladra,
la silla rota,
las calles,
la voz que no suena,
la television,
los pantalones cortos,
tu llamado que no viene,
las perchas en el piso,
el café sobre el teclado,
las monedas entre los sillones,
el mar,
la araña que mata y se despierta a tejer 

el helado de frambruesa que no tomé,
las cosas que no digo,
las hojas muertas en primavera,

el árbol quebrado de sed
los cantautores que hablan de todo menos de vos,
el llamado que me olvida,
las dos o tres noches anteriores a esta,
mi humanidad
el sol,
la arena en las medias,
el diario,
la poesia que llora en todos lados,
el espejo vacio de mi,
la muñeca que no soy,

La pelusa en los bolsillos,
la luz,

mi poca voz
 su muerte  en sombras,
todo lo que cae,
la noche
y todo lo que queda,
yo

mi cuerpo
otra vez yo,
 todas las noches que siguen a ésta
y mi teatro del yo puedo sola.















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