Mi corazón se encuentra como una reacción dormida, un vegetal entre tus jardines, silencioso, e inconstante.
Mis miedos son estos muros enormes, y esas palabras enredadas en todo lo que soy, son mis venas un murmullo eterno.
Mi boca no es sino un cubo inexpresivo, una plaga de errores, de movimientos sordos.
Y mis lágrimas caen, corriendo hasta mis hombros, te grito en penumbras, soy lo que escuchas, y odias que sea cierto.
Construyo un aljibe lleno de lágrimas, rodeo cada partícula de voces, penetro con palabras ese cuerpo tuyo, lo invado de aves rojas, lleno todo de nubes negras y de polvo.
Te grito,
te grito fuerte,
no necesito tu amor.
Mano asesina o joven muerta entre cirios, o amazona jadeando en la gran garganta oscura, o silenciosa, pero tal vez oral como una fuente, tal vez juglar, o princesa en la torre más alta*
domingo, 12 de diciembre de 2010
martes, 22 de junio de 2010
Amanece
Desterrar la s i e m b r a
Abrir
el pellejo
Volver a creer.
el pellejo
Volver a creer.
En las piedras dejaste caer
Todo aquello que no valía sentir
Y hoy parado frente al sol
No ya desde vos
dejas la lluvia nacer
La sed es tremenda
Y el sol es el dios
Y es eso que no te deja caer
[ sobre el suelo, más no podes hacer]
No hay qué regar
Rompiste el bosque
dentro tu paladar
Hundite en el agua,
desperta
[No te hagas mal]
No sanes lo que no vas a gritar
No mendigues amor
respira
Lo que no dieron
No dan más.
Amanecé, carboniza, grita!
La lluvia moja tus pies
Pedazos de piel que no corren más.
Retazos de un alma se vuelven a armar con las fibras de mi voz
Y hoy parado frente al sol
No ya desde vos
dejas la lluvia nacer
La sed es tremenda
Y el sol es el dios
Y es eso que no te deja caer
[ sobre el suelo, más no podes hacer]
No hay qué regar
Rompiste el bosque
dentro tu paladar
Hundite en el agua,
desperta
[No te hagas mal]
No sanes lo que no vas a gritar
No mendigues amor
respira
Lo que no dieron
No dan más.
Amanecé, carboniza, grita!
La lluvia moja tus pies
Pedazos de piel que no corren más.
Retazos de un alma se vuelven a armar con las fibras de mi voz
miércoles, 24 de febrero de 2010
El sonido se apagó
Entregue todas las flores que me diste: amarillas, negras, púrpuras, violáceas, tísicas, frías y bien podridas de par en par. Devolví los gritos uno por uno, todos los que no escuchaste, los que me guarde y aquellos que salieron musicalizando la ultima ventana del pasillo.
Tus ropas se las llevo la llovizna de la otra tarde, cayeron junto piel gastada, vestiduras de rostros tuyos. Acertijos en dos palabras hasta doblar la esquina, un sólo de tango y no escuche más tu andar – es más – juraría que en ese momento te desvaneciste, tres aves en círculos, luego diez, o quizá más, y un suspiro fueron lo último que sentí desde lejos.
Anoche encontré lo último que tenía tuyo corriendo entre dos o tres canciones. No tuve más que salir a respirar y el sonido se apagó.
¿ Lo podés ver?
Es fácil deshacerme de vos, una esquina, a i r e , y
s a l i r a f u e r a a l c a n z a .
lunes, 25 de enero de 2010
Recuerdos de una vida sin nombre.
Resulta que a mis padres no les gustaba la idea de registrarme. Ellos tenían la moción de ocultarme hasta que el tiempo decida qué hacer conmigo.
Un buen día, un vecino tocó a la puerta de la que ahora es sólo casa de mi madre, o del Sol.
El señor que sólo venía por un poco de agua para sus niños, escuchó mis gritos desde abajo de una mesa ratona; aún lo recuerdo: sus ásperas manos, su cara vieja y la ridícula forma de hacer rechinar los dientes contra aquellos labios morados.
El señor que sólo venía por un poco de agua para sus niños, escuchó mis gritos desde abajo de una mesa ratona; aún lo recuerdo: sus ásperas manos, su cara vieja y la ridícula forma de hacer rechinar los dientes contra aquellos labios morados.
Si conoces la casa de mi madre, es aquella mesita de vidrio y madera inerme dotada de vacío entre los pliegues de sus dos espaldas marrones y, si ves bien, hoy en día, sólo duermen en ella muñecas negras de atavíos rojos.
Ahí me encontraba…
Con mi traje de muñeca recién lavada, con mi cara limpia y salada, en ese pequeño cubo pasaba la vida, sin saber que pasaba. Desde ese lugar escuchaba voces, llantos, melodías infantiles, como un útero eterno, agrio y siempre húmedo meciéndome en sus brazos quietos.
Ese día mi llanto despertó al hombre. Ese día nos despertamos todos, y al menos yo, no pude volver a dormir más, no sin antes repetir una y otra vez esa misma canción, la misma melodía chiquita y triste que solía escuchar.
Sin bautismo que reclame la hora de pertenecer a algo, sin necesidad de sellar un día, sin nada más que un dejar-me llevar, así es cómo me fui.
Sin querer - ver atrás, sin llorar, sin amor, sin Dios. Sin más.
Cucú se metió en el agua. Cucú y se puso a llorar.
♪
sábado, 23 de enero de 2010
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