Eso que de tan espeso no podes tomar, digerir. ¿Y estoy hablando de qué? Estoy hablando de todo lo que no sé decir.
Hablo, resucito palabras que no están demás. Las cruzo en soledad, las modifico en sombras, les miento a escondidas para que no me alcancen tanto, convierto al silencio en una instancia de la que no sé escapar, por eso callo, y miro el atardecer, miro mis pies esperando dar un paso más, o tan sólo un paso, no me atrevo a ver qué hay en ese lugar de donde nadie vuelve.
Temo de mis actos, temo de lo que puedo pensar, y más temo de lo que no pienso, porque sé que si no lo pienso es por algo, y la razón es que no podré salir luego del pensar hasta cansarme, del pensamiento constante mientras camino junto al sonido de mis huesos.
Cubrir los ríos de ácido que generan tanta palabra guardada, silenciada, con racimos de cosas dichas, guardar al cofre de mis labios y su cajita musical de ópera triste, cocer las grietas secas de mi voz y así el poema oculto tras el péndulo, no tendrá nunca más que parar el reloj.