martes, 15 de febrero de 2011

Rodeo

Pisar apenas, danzar  donde no hay palabras que puedan hablar del asunto,  ir caminando alrededor de la cosa sin mirarla, sentir el aroma mientras tejes en el espacio algo paralelo, una manta, quizá, una esquina donde sentarte a llorar - algunas veces -.
Eso que de tan espeso no podes tomar, digerir. ¿Y estoy hablando de qué? Estoy hablando de todo lo que no sé decir.



Hablo, resucito palabras que  no están demás. Las  cruzo en soledad, las modifico en sombras, les miento a escondidas para que no me alcancen tanto,  convierto al silencio en una instancia de la que no sé escapar, por eso callo, y miro el atardecer,  miro mis pies esperando dar un paso más, o tan sólo un paso,   no me atrevo a ver qué hay en ese lugar de donde nadie vuelve.



Temo de mis actos, temo de lo que puedo pensar, y más temo de lo que no pienso, porque sé que si no lo pienso es por algo, y la razón es que no podré salir luego del pensar hasta cansarme, del pensamiento constante mientras camino junto al sonido de mis huesos. 

Cubrir los ríos de ácido que generan tanta palabra guardada, silenciada, con racimos de cosas dichas, guardar al cofre de mis labios y su cajita musical de ópera triste, cocer las grietas secas de mi voz y así  el poema oculto tras el péndulo,   no tendrá  nunca más que parar el reloj.

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